Crisis económica y social en tiempos de pandemia

12 DE JUNIO 2020

En 2019 el PIB de América Latina creció en 0.1%, con una reducción de 0.1% en América del Sur y en México. A finales de 2019, la CEPAL destacó en su balance preliminar sobre la región que estimaba un incremento del PIB de 1.3% para el 2020, de esa manera se sumaban siete años (2014-2020) de bajo crecimiento, con una reducción del PIB por habitante de 3.7%. Considerando que no ha habido mejoras en la distribución del ingreso, y que las inversiones en infraestructura y en los servicios públicos son insuficientes, el resultado de los últimos años fue un empeoramiento de la situación social de gran parte de la población.

El desempeño económico de la región sucede en un contexto de continuidad de las reformas estructurales y de las políticas económicas que fueron construidas a partir de la austeridad y el principio de consolidación fiscal, que garantizaba la apertura de los mercados financieros de los países de la región, beneficiando a los tenedores de deuda pública. La ejecución de políticas económicas distanciadas de las propuestas por el FMI y los organismos financieros multilaterales realizadas por varios gobiernos de la región a partir de los años 2003-2005 quedaron atrás. Argentina es un ejemplo del alcance del cambio. El gobierno de Macri (10/12/2015 a 10/12/2019) ejecutó un retorno a los mercados internacionales de capital para lo cual realizó una política económica según las recomendaciones del FMI que llevó a que la economía registrara un pobre crecimiento que desembocó en una recesión desde finales de 2017. El peso argentino tuvo sucesivas devaluaciones, en diciembre de 2015 un dólar estadounidense equivalía a 12.9 pesos y en noviembre de 2019 a 59.9. La deuda externa creció notablemente, al punto que la deuda pública pasó del 13.9% del PIB al inicio del período al 43% en diciembre de 2019. Esto sucedía en medio de un deterioro de la infraestructura, la destrucción de las instituciones de seguridad social y el aumento de la desigualdad social y la pobreza.

La situación es semejante, aunque bajo otras condiciones, en gran parte de los países latinoamericanos. En Brasil se busca modificar el régimen laboral y destruir algunos avances sociales, mientras que, en otros países como México, se busca dar continuidad a las reformas estructurales. El desempeño de las economías de la región durante el periodo que se extiende entre el 2014 al 2019 ha sido el peor desde 1950, ya que según datos de CEPAL (Informe especial COVID-19, no. 2, abril, 2020) el PIB regional registró un crecimiento de 0.4%. Y eso que fueron décadas de un débil crecimiento económico que incluyen la crisis de la deuda externa y la década pérdida, a lo cual se sumó la apertura financiera y la integración a los mercados financieros globales que llevaron a sucesivas crisis monetarias, de tipo de cambio y bancarias, con recesiones y caídas en el ingreso de la población.

Algunos países tuvieron durante breves lapsos un comportamiento diferente con crecimiento sostenido y creación de instituciones sociales que impulsaron el bienestar social y generaron mejoras en el ingreso de diversos sectores de la población. Sin embargo, se ha mantenido la ejecución del proyecto fincado en la integración de los mercados de capital de los países a la dinámica de los mercados globales, en la máxima flexibilización laboral y en la mercantilización absoluta de las instituciones de seguridad social. En este contexto se presenta la pandemia del COVID-19, cuyas consecuencias se estiman en una reducción del PIB para este año superior al 5%.   

El COVID-19 ha desnudado el modelo económico actual basado en mantener los beneficios de un reducido grupo de financieros y rentistas

El COVID-19 ha desnudado el modelo económico actual basado en mantener los beneficios de un reducido grupo de financieros y rentistas que no permite el crecimiento sostenido y menos la disminución de la desigualdad social. En 2010 el gasto promedio en salud de los gobiernos centrales de América Latina fue de 1.9% del PIB. En los años siguientes no hubo aumentos importantes y en 2019 los gastos representaban el 2.3% del PIB. El pago de los intereses de la deuda pública por su parte tuvo un crecimiento mayor, pasando de 1.7% en 2010 a 2.6% del PIB en 2019. Si se suman los gastos por pago de capital, en varios países como México la cifra es mayor a la inversión pública. Este fue el contexto que llevó a que en 2019 los movimientos sociales de varios países de la región plantearan la necesidad de cambios estructurales. Tanto en Chile como en Colombia se hicieron señalamientos expresos contra un sistema social fincado en el mantenimiento de la desigualdad. En Ecuador se objetaron las decisiones del gobierno contrarias a la institucionalidad construida en años previos. En Argentina Macri fue derrotado en las urnas y un año antes en México triunfó López Obrador.

A la fecha, gran parte de los países de la región ha registrado importantes salidas de recursos financieros con una fuerte depreciación de sus monedas y una notable inestabilidad financiera. Han disminuido las exportaciones, tanto de materias primas como de manufacturas, y no hay pistas de cuándo llegará la recuperación. Por ello, no es posible establecer la dimensión de la recesión y menos su duración. En todo caso, el mayor desafío para los países de la región es encontrar un nuevo modelo en lugar de retomar la normalidad, dado que esa normalidad es la que ha propiciado la desigualdad social y no genera condiciones para un crecimiento económico sostenido.

 Publicado en: Latinoamérica21